18 octubre 2010

AMOR A MEDIDA …o La medida del amor

Tarsila do Amaral. 'Antropofagia'-1929

Adán vivía solo en el Edén, el Todopoderoso aún no había terminado de crear el universo y lo visitaba poco, así que no tenía demasiado para hacer. Todos los días eran iguales; recorría cada rincón del Edén, cabizbajo en compañía de su angustiante soledad. Atento, desde el cielo, su creador lo observaba tratando de descubrir el origen del pesar que aquejaba a su hijo pródigo. De repente, la respuesta apareció frente a sus ojos: “¡Claro! –pensó- No es bueno que el hombre esté solo”. Y tuvo la maravillosa idea de crear a la mujer. Ahí empezó todo.

Cuando los ojos de Adán interceptaron la mirada de la recién llegada, una explosión se produjo en medio de los dos, y así nació el amor. Ellos fueron los primeros en experimentar ese sentimiento, y ensayar distintas posibilidades para expresarlo. La más exitosa fue la sexualidad, que no tardaron en emparejar al amor marital.

Con el tiempo los hombres se multiplicaron y desarrollaron sus propias preferencias. La expansión demográfica trajo consigo un nuevo escenario mundial. Los seres humanos se agruparon por afinidad en diferentes regiones, estableciendo su propia forma de unión entre las personas.  El amor, tal como había sido hasta entonces, no alcanzaba a conformar a las nuevas exigencias. Tuvo que encontrar la manera de adaptarse para asegurar su continuidad y la de la raza. La evolución de la humanidad le demandaba crecer en la misma dirección. En el origen, no habría cedido jamás ante Adán si, por ejemplo, éste le hubiera suplicado por un harén. En cambio, intercedió ante la realeza cuando Lady Di y el príncipe Carlos decidieron poner fin a su matrimonio. De otro modo, esta casta no habría considerado, y mucho menos aceptado, la posibilidad del divorcio. Hoy el mundo es un pañuelo. Los ciudadanos comunes somos tantos, que podemos darnos el lujo de hacer a un lado una relación que ya no deseamos, para intentar una nueva.

Probamos y vemos qué onda. Así, entre ensayo y error, nos fuimos volviendo cada vez más exigentes y selectivos. Al ritmo de la posmodernidad, el amor adoptó nuevamente formas alternativas, pensadas y diseñadas a la medida de cada gusto y necesidad. De este modo, probar suerte en una relación es muy tentador. Además es una operación muy sencilla de concretar. Sólo tenemos que elegir el modelo que queremos: swinger, matrimonio, amante, trío, lo que mejor se adapte a nuestro gusto está disponible. Como la variedad es amplia y las facilidades son muchas, es recomendable leer atentamente los términos de uso y condiciones, no sea cosa que compremos un buzón.

¡Ah… El amor, el amor! Suena frívolo y superficial planteado de este modo, pero la verdad es que desde el primer instante en que empezamos a evaluar cuál de todas las opciones es la indicada, ya empezamos a soñar. Las ilusiones no pierden tiempo para echar manos a la obra. No cabe duda: no es bueno que el hombre esté solo. Nuestro instinto nos empuja a buscar alguien a quien amar. Cuando evaluamos qué elegir, elegimos lo mejor; sobre todo si se trata de la persona que va a sostener nuestra mano en el lecho de muerte. Tiene que estar a nuestro nivel, pensamos. Y mientras soñamos, y los pajaritos revolotean alrededor, pasamos por alto un punto crucial de los términos y condiciones. En el apuro y con tanta emoción, no reparamos en la letra chica, que señala que la empresa no se responsabiliza si nuestro nivel no es proporcional a la altura de nuestro ego.


¡OUCH!

 

3 comentarios:

polishoo dijo...

y como no podia estar aqui!!!

Mariana Cabrera dijo...

Era hora!!!

Gabriel Ruiz dijo...

se necesitan dos para hacer el amor ( por lo menos dos !)
y por eso el coito, lejos de abolir la soledad, la confirma.
los amantes lo saben muy bien.
las almas podrían fundirse tal vez, si existieran.
pero son los cuerpos los que se tocan, se aman, se gozan y permanecen...

"con sus miembros amalgamados, gozan esa flor de la juventud, y ya sus cuerpos adivinan la voluptuosidad siguiente, Venus va a
fertilizar el campo de la mujer;
aprietan avidamente el cuerpo del amante,
mezclan la saliva, dientes sellados contra las bocas,
Vanos esfuerzos porque no pueden robar nada del cuerpo que abrazan,
ni penetrarlo, o fundirse en el otro por completo.
porque, por momentos eso parece que desean....

de ahí el fracaso, siempre, y tan a menudo la tristeza.
querían ser uno, y allí están, mas dos que nunca !!